Somos todos, los que con nuestros sentimientos, nuestros anhelos y nuestras pasiones creamos lo que nos rodea, creamos caos, creamos orden, creamos y destruimos, aunque al fin y al cabo la destrucción no es si no otra de nuestras creaciones. La tierra cambia constantemente, no destruye, remodela, amolda a sus necesidades su propio cuerpo, mientras nosotros intentamos amoldarla a ella a las nuestras. Si nos sintiéramos seguros, protegidos, abrazados, no sentiríamos la necesidad de cambiar nuestro entorno. Pero la inseguridad, y la desprotección creada por nosotros mismos el rasgo que nos define con mayor eficacia. La prueba es la facilidad con la que se olvida el entorno al sentirse protegido, solo existen esos brazos que rodean nuestro cuerpo, esos brazos que protegen, esos brazos que consiguen aliviar nuestro ser, los brazos de un amante, los brazos de una madre, son los únicos que pueden hacer que nuestra vida no nos ataque, pero en el momento en el que ese abrazo desaparece, la inseguridad vuelve.
No me sueltes. Nunca te alejes.
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